Qué es el futuro sino la expectativa, que es
el pasado sino la memoria, que es el presente sino la memoria inmediata, y
dónde queda el ahora, qué es el ahora y dónde se encuentra. El ahora es la intuición primera, el golpe
en la cara antes de preguntarse de dónde vino aquello, de quién fue el puño que
se estrelló en la cara, ese es el ahora, y en ese ahora no se puede vivir, no
hay espacio para vivir el ahora, la vida se tiene que recorrer, la vida tiene
que ser presente, y presente siempre.
El pasado figura como lo sucedido, lo ya pasado; figura de modo objetivo como el
recuerdo histórico de una sociedad o de la humanidad entera, figura también,
como todas las pruebas, teorías y especulaciones de las causas, el pasado es
historia, el pasado es también recuerdo, pero sobre todo el pasado es causa, es
la causa del presente y por lo tanto la causa del ahora.
Así que el pasado tanto es cierto como
incierto, tanto es verdad comprobable como teoría del posible ahora, el pasado
tanto es recuerdo como la composición del deseo presente, y más allá es la
necesidad de explicación, el pasado es el tiempo que da la razón al presente y
por lo tanto es un camino incierto que no vive en sí, sino que vive en el
presente. Hacer uso del pasado, como función, es traer aquello anterior al
presente, gestando entonces un nuevo pasado, el pasado en el presente, se crea
una divergencia del pasado, pues está por un lado el pasado primero y luego un
nuevo pasado rectificado en el presente, que no sólo contiene sus causas
fundamentales, sino que también, incluye las causas del presente en el cual es
revisado. Así el pasado en sí no existe, sólo estas capas de pasado que
constantemente son modificadas por la mente, que son teorizadas, releídas y
reestudiadas con la interpretación presente, con una mente y un pensamiento que
ya no son los mismos que en el momento del suceso, sino que pertenecen a un
nuevo momento y diferentes circunstancias.
Así el viaje al pasado, como ficción, invita
a creer en la inserción del humano en un momento anterior de tiempo, un espacio
diferente, para lo cual tendrían que pasar dos cosas: 1) el humano insertado en
ese “nuevo tiempo”(para él nuevo) tendría que tener la concepción de sí en un
momento anterior, es decir, garantizar que su pasado fuese el futuro del lugar
en que es insertado, lo cual en sí carece de lógica, puesto que a partir de ese
momento aquel supuesto futuro del cual viene no sería más que su pasado, un
pasado propio, una ilusión propia algo indemostrable e incomprobable de manera
social. Creer que su pasado es futuro convergería en la idea igual de absurda
de creer que su presente es pasado de su pasado presente, una ambigüedad
absoluta de la concepción psíquica de ese humano; 2) todo pasado vivido por
aquel humano inserto es un presente, podría ser pasado para otro sujeto, pero
siempre sería presente del viajero, por lo tanto un humano no podría viajar a
su pasado, en todo caso, viajaría al pasado de algún otro humano, en todo caso
si viajara a su pasado, si puediera cambiar su edad por la de él años atrás en
realidad no viajaría al pasado pues estaría reviviendo, viviendo nuevamente,
pues su consciencia no le permitiría efectuar las mismas acciones, sino, nuevas
acciones en la consciencia de vivir de nuevo algo, lo cual no figura como un
pasado absoluto, sino como un presente nuevo para él, un ahora distinto.
Por otro lado el futuro no es la consecución
del presente, lo que se llama futuro es la imagen del presente proyectado en
alguna de sus consecuencias, el futuro existe en la imaginación; al mismo
tiempo que se genera la idea de futuro o de lo esperado se crea en la mente presente un pasado de lo imaginado una
función del futuro como pasado o como idea pasada. El papel tanto del pasado
como del futuro son ejercicios del pensamiento, diferente a la experiencia o el
conocimiento que nada tienen que ver con las funciones de pasado o futuro, es
decir, el conocimiento empírico y su ejecución difieren de la función de
proyección de un futuro tal cual se plantea aquí, pues si bien todo ejecución
de conocimiento empírico (y teórico en ciertos casos) prevé una expectativa de
reacción no es una proyección completa del individuo en ese escenario sino la
reacción del objeto.
La proyección de las consecuencias de una
acción presente es un objeto imaginario, por lo tanto irrealizable, pues aun
teniendo el conocimiento empírico o teórico de lo que puede pasar no es posible
visualizar la cantidad de elementos transformados por esa consecuencia, o las implicaciones
no inmediatas de esa acción, es entonces el futuro una figura irreal y más allá
de esto, irrealizable, lo que al final queda de aquella proyección es la expectativa
del resultado.
Como ficción, el viaje de un humano al futuro
implicaría que tal futuro existiera en sí, lo cual implicaría que el tiempo es
un objeto estático que no depende de la consecuencia del presente del
individuo, sino que está más allá de su acción, por lo tanto el individuo
tendría que no existir en el presente para poder llegar a ese hipotético futuro,
una vez cumplido esto el futuro no sería tal, pues el humano inmerso en ese
tiempo estaría representando el presente y no un futuro, podría ser el futuro
de un objeto o de otro individuo, pero no su propio futuro, lo cual sucede
constantemente, pues un humano inmerso en este tiempo en este momento está en
el futuro de un objeto visto en tiempo atrás, es decir, si este humano puede
reconocer la acción pasada de alguien o algo, y luego vive el presente, en
realidad está viviendo el futuro de ese recuerdo, está en el futuro de tal
objeto o de algún otro individuo. Pese a este juego temporal, el viaje de un
individuo a un futuro meramente objetivo que lo incluya es igual de imposible
que el viaje a un pasado que también lo incluya, el humano, sea cual sea su
cualidad, está irremediablemente inmerso en el momento y en el presente sin
posibilidad de escape.
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