Hagamos las maletas, qué meter en ellas, qué hay que llevar, decidirnos por un libro que nos acompañara por el resto de la ruta, aquel que en cualquier momento se convierte en nuestro libro isla (en listado entonces en los libros que te llevarías a cualquier lugar desierto) y es que el viaje resulta ser una isla, una lugar en que nos encontramos con nosotros mismos, quizá haya taxistas (casi-siempre intentando simpatizar con el turista), quizá haya otras personas que puedan comprender las palabras, pero se pierde el ritmo de la vida, y la maleta es esa continuidad prestada, la continuidad de nuestros días, ese espacio que no excede el metro y medio, que no excede los 20kg, y al final allí, en ese espacio debe caber toda nuestra vida, no importa que edad tengas, que puedas traer de regreso, sólo tienes veinte kilogramos para entregar en ella toda tu vida, darte al tú del futuro todo lo necesario para sobrevivir a los climas intempestivos, para sobrevivir la soledad, para sobrevivir el constante cambio.
